Cada vez es más frecuente encontrarnos con mensajes tales como Hla! Kmo stas?X aki to bien!!Muxo frio y pco sol!kndo t viens?T exo de mens!Bss o como #MeSientoBienYqueLoSepaTOdoElmUNDO. Hoy en día, es casi inevitable no toparse con estos textos codificados. Es cierto que el mensaje llega así más rápido al receptor, pero la verdad es: el que no se preocupa ni lo más mínimo de escribir bien, le entrará tarde o temprano la duda de si era a ver o haber o quizás haver. Esos mensajitos, posts, tweets, etc., omnipresentes y casi indescifrables, contribuyen a la pérdida de los conocimientos adquiridos de la ortografía española.

¿Qué pasó con el buen uso del español en la comunicación escrita entre las personas? ¿Acaso ya no se usa? ¿Acaso se quedó obsoleto y, por lo tanto, se convirtió en algo innecesario? ¿Quizás realmente no nos haga falta y podamos prescindir de él?

Son interrogaciones que se nos plantean al reflexionar sobre este fenómeno, pero que nos guían a la cuestión principal: ¿Qué finalidad tiene el buen empleo del lenguaje escrito? O, lo que es más intrigante: ¿Qué imagen reflejamos al exterior cuando escribimos correctamente?

Al contemplar un escrito cualquiera, nos llama la atención, a primera vista, la estructura. Alguien que decide plasmar la información sin orden alguna sobre el papel —sin párrafos, sin el correcto uso de la puntuación, sin respetar las mayúsculas y minúsculas— no llevará tampoco el orden en su mente. Y esta situación trae consigo dos consecuencias:

— que la credibilidad del autor se cuestione;

— que la credibilidad de la información se cuestione.

Pero, al lanzar datos a la masa, el escritor persigue una determinada finalidad: esparcir el comunicado y hacerlo llegar al máximo de personas posible. No debemos subestimar la fuerza de un enunciado bien redactado. Pues, no solo se trata de convencer al prójimo, sino también de convencerlo de uno mismo. Y, ¿quién no quiere ser escuchado y que le tomen en serio?

Magali Jordan